En este maldito 2020 tenía que morir D10S

En este fatídico año que se nos está llevando a todos por delante, que está poniendo el mundo bocabajo, que tantos ojos y bocas está abriendo y cerrando, tenía que llevarse por delante a D10S. Y es que más allá de que el fallecimiento de Diego sea la crónica de una muerte anunciada, Maradona siempre fue el diez multiplicado por dos. El futbolista excelso y del exceso, probablemente ejemplo de nada y ejemplo de todo, particularmente de los devastadores efectos que pueden producir en un ser humano el dinero y la fama; nefastamente gestionada por un joven que jamás supo ni estuvo rodeado en ningún momento por las personas adecuadas para reconducir su vida personal.

Diego fue devorado por Maradona y el futbolista que más acercó el fútbol a la religión -jamás existirá otro D10S a su altura futbolística-, aquel a la que Argentina venera y el supuesto creador tocó su zurda con su dedo índice, ha sucumbido a su propio personaje con tan solo 60 años y el consumido aspecto de un anciano de ochenta años.

Toda la inmensa alegría que reportó a su país, la fue lapidando poco a poco con las píldoras diarias de las tristezas que generaba su constante deterioro y ocaso. Por ello a Diego se le quiere incondicionalmente y se le odia, no deja de ser la eterna historia de la autodestrucción del mito. El mundo del fútbol le recuerda como un barrilete cósmico, y si algún padre o abuelo tuviera que transmitir a su hijo o nieto, quién fue Maradona o qué representó su figura, debería mostrarle un vídeo del diez sobre un campo de fútbol. Referirle inmediatamente después que lo que ha contemplado, proviene de una época en la que las patadas constituían la única manera de pararle, y constituye tan solo un diez por ciento de lo que Maradona era capaz de hacer con un balón en sus pies. De la misma forma, debería transmitirle que esa figura fue diáfano ejemplo de lo que no se debe ser ni hacer.

Más allá del golpe, del impacto mundial y nacional que se ha producido en la Argentina, país que todo le perdonó, y en el que quizás no se lloraba tanto desde la muerte de Evita, queda esa zurda inolvidable. Queda lo nunca visto, lo jamás contado, lo mejor cantado por Víctor Hugo Morales en el 86. Diego Armando Maradona, la gambeta hecha hombre en los siete días de la creación del mundo. En la visión artística del fútbol nadie como él -el mejor-, y en la visión humana del mundo nadie debería hacer o ser utilizado como él. Quizás por ello el que tantas veces gambeteó a la muerte, aquel que los argentinos creían inmortal, se ha marchado en este fatídico año veinte doble, del doble del diez.

Hoy, como ya se pudo comprobar con Elvis, Marilyn, Michael Jackson, Camarón y tantos otros mitos, se constató que Diego no era inmortal, pero todo ello no evita que Argentina y el mundo del fútbol le considere eterno. Descanse en paz Diego, ese cuerpo esférico mortal que tanto bien y mal albergó, que tanta alegría y tristeza generó, viva por tanto y por siempre su eternidad.

También el más sentido pésame a la pelota, en un año en el que si ya se sentía sola por la ausencia de la hinchada, se sentirá incluso más perdida y ausente por la ya irreparable ausencia del jugador del todo o el hombre de la nada, el de la más pura soledad esférica, el de la ausencia de D10S.

Mariano Jesús Camacho