En numerosas ocasiones he defendido con bastante énfasis la opinión de que el fútbol inglés es por tradición e historia la competición en la que más y mejor se valora al mito, al ídolo. Aunque la especulación económica y el capital extranjero amenace con el derrumbe histórico del fútbol inglés, todo aquel que haya gozado del privilegio de acudir a los diferentes escenarios deportivos en los que se pone en juego el prestigio, la historia y el futuro de un club de fútbol, además de vivir el ambiente único y singular de sus estadios, habrá podido comprobar el homenaje continuo que se hace a los ídolos de siempre y el cariño que se les profesa y se les tiene.
Las numerosas esculturas que se reparten por la geografía deportiva de Inglaterra constituyen uno de los máximos exponentes de todo ello. A esto –entre otras muchas cosas- es a lo que yo llamo cultura futbolística, tradición.
Por ello, en esta ocasión vuelvo a poner rumbo en mi travesía esférica hacia las Islas, para encontrar un nuevo perfil de bronce que nos acerque a la historia, la tradición y la leyenda. Londres se postula una vez más como marco incomparable de mí teoría, en concreto el sureste de la ciudad, donde dos clubes se disputan la hegemonía futbolística de la zona: el Charlton Athletic y el Palace. Dos conjuntos que protagonizan el derbi del sureste y sobre los que encuentro otra de aquellas historias que tanto me gusta recuperar del desván del tiempo.
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