FC. Barcelona, de las praderas verdes al olor a tierra quemada

En estos sofocantes tiempos previos al estío en los que arden los campos, como consecuencia del negativo impacto del ser humano, regreso al artículo de opinión desde un tiempo huido en el que en el Camp Nou era una alfombra verde, una pradera corta y húmeda sobre la que el balón, la pelota alcanzó la excelencia para alegría de los culés y la admiración del planeta fútbol.

Todo aquel que haya seguido y conozca la historia del conjunto azulgrana en su conjunto, es consciente de que lo vivido en aquellos años era posiblemente algo difícil de repetir y fundamentalmente prácticamente imposible de mantener en el tiempo.

A lo largo de la historia del club han pasado por él los mejores futbolistas del planeta, por tanto, el buen fútbol siempre ha sido seña de identidad de su forma de concebir el juego. Con total seguridad los tres futbolistas que mayor impacto causaron en el devenir de la historia del mismo fueron Kubala, Cruyff y Messi, en un escalón inferior posiblemente Ronaldinho, que no por fugaz, resultó menos transcendente.

Por encima de todos ellos el club, el barcelonismo, el escudo, algo de lo que quizás acaban perdiendo consciencia todas las estrellas por muy grandes que estas sean, pues el mal tan extendido del ego del futbolista, de alguna manera y salvo casos absolutamente excepcionales, ensombrece un tanto el fulgor y el brillo de las mismas.

Partiendo de esta premisa, Johan Cruyff fue tanto el futbolista como el entrenador que cambió radicalmente la historia del club, pues Johan sacudió con su fútbol y sus conceptos revolucionarios del juego todos los complejos de inferioridad del Barça con respecto a su Némesis, el Real Madrid. De la misma forma, Leo Messi, elevó a categoría sideral ese concepto que por un tiempo logró convertir al club en el mayor referente del fútbol a nivel mundial. Dicho todo esto, hay que decir que tanto uno como otro en algún momento, cometieron errores que, quizás pensando en el beneficio personal, no contribuyeron a la estabilidad histórica del club.

Johan para desgracia del barcelonismo ya no está, por tanto, no se puede recurrir a su visionaria concepción del fútbol y se le echa demasiado en falta. Por su parte Leo Messi, está en el PSG y su zurda vertiginosa, prodigiosa o caminante, es un agujero negro, imposible de tapar. Un agujero inmenso tanto en lo futbolístico como lo económico. Tanto por el fútbol que regaló como por el dinero que generó y cobró, inmenso, inigualable…

Aquel Barcelona de praderas verdes, del sextete de Pep Guardiola, de los números áureos, de la sinfonía de Xavi e Iniesta, que quedó para la memoria y por un tiempo logró ensombrecer a un club tan inmenso como el Real Madrid, por la autocomplacencia de absolutamente todos se dejó morir. Aquella conjunción estrellas que se produjo a todos los niveles, la culminación de la idea de Johan del fútbol que se llevó a cabo entre todos, desde el más humilde trabajador de La Masía, hasta el presidente del club, difícilmente se podrá repetir. El problema es que del techo del Universo de estrellas se cayó al agujero negro, en el que se encuentra actualmente el club, por mor de una concatenación de despropósitos de los que son responsables absolutamente todos los que de una manera u otra tuvieron poder e influencia para poderlo evitar durante todos estos años. Y no digan que no se veía venir…

Los socios, los futbolistas, la prensa, los directivos (representados fielmente en la figura del nefasto Bartomeu), todos son responsables de esta situación. Por ello, porque no se atisban soluciones viables en un futuro cercano, porque Xavi lo tiene muy complicado, mientras no tenga puño de hierro y pie de seda para volver a reconstruir, porque Laporta es menos ‘Jan’ sin dinero y sin el oráculo de Johan Cruyff, queda en el aire la sensación de que se vende demasiado humo. Y por las citadas razones, porque de aquellos mágicos años de praderas verdes, solo queda el olor a tierra quemada, el barcelonista regresa a ese estado natural de complejo de inferioridad que muchos conocimos y volvemos a identificar.

De tal manera que para el resurgir del barcelonismo solo queda una esperanza a la que poderse asir. La ilusión, la repoblación verde de la pradera, ya sea a través del ADN -que debe tomarse como un ideal, pero jamás como dogma de fe- o de la aparición de otro fulgurante jugador que vuelva a dar un giro de timón al club. Solo partiendo de cero, asumiendo que todos se han equivocado, se podrá volver a discutir el reinado del gran rival. Mientras esto no se produzca, seguirá oliendo a tierra quemada en la otrora mágica y verde pradera del Camp Nou. Y como siempre el balón acabará dictando sentencia…

Mariano Jesús Camacho

Deja un comentario