Kuzorra, ‘El Carbonero de Gelsenkirchen’

Para algunos Gelsenkirchen, la cuenca minera del Rhur y el Schalke 04, solo existen en su memoria desde hace unos meses, justo cuando el legendario Raúl tuvo a bien seguir con su magisterio futbolístico con los colores azul y blanco del club alemán de la zona norte de la región del Ruhr, pero el S04 es un equipo histórico que guarda entre sus archivos temporales de la leyenda futbolística, historias que merecen mucho la pena transmitir y contar.
Una de ellas, la que repasa y perfila el brillante tránsito vital y futbolístico de un crack llamado Ernst “Clemens” Kuzorra, corazón y capitán del  Schalke de la década de los treinta y cuarenta, futbolista zurdo poderoso, brillante, inteligente y letal, un goleador de leyenda. Un joven de Gelsenkirchen nacido un 16 de octubre de 1905, hijo de Karl Kuzorra y Bertha, su padre minero de carbón, por tanto con altas probabilidad de acabar siguiendo la tradición familiar y ganarse la vida con la roca negra, las noches sin estrellas y los pulmones de carbón.  Pero aquel carbón que le había dado de comer a él y a su familia no entraba demasiado en los planes de aquel chaval, circunstancia que para nada aprobaban sus progenitores.
Cuentan que en aquellos inicios, Félix Unkel, hijo del presidente del Schalke, le regaló un par de botas usadas al joven talento, que aún quedándole pequeñas y creándole muchas ampollas, no devolvió por temor a quedarse sin ellas. Pocos días después, viendo un encuentro entre el B-Jugendspiel  y el Schalke, se le preguntó si quería reemplazar a un chico que no había aparecido. Kuzorra saltó al campo con sus botas viejas y usadas pero muy lustradas, e hizo cuatro goles, dejando a todos atónitos y ganándose una buena paliza de su madre Bertha al regresar tarde a casa.
Su sueño desde un primer momento fue el fútbol y por ello ingresó en las filas del Schalke en 1919, a los 14 años de edad. En cualquier caso la mina siempre estuvo muy presente en su vida, un trabajo duro para un chico tan joven, que mientras no encontró salida tuvo que seguir la tradición familiar y comprobar la dureza de los días sin cielo y las noches negras sin estrellas. Tres años más tarde,  con tan solo 17 años supo ganarse un sitio en el primer equipo del Schalke y en poco tiempo se convirtió en una de sus estrellas.

Nunca lo tuvo fácil y todo se lo ganó con su talento y trabajo, no en vano le tocó vivir la primera época de aquel Schalke vinculado a la minería, recordado con el nombre de Schalkes Kicker: Die Knappen. Unos años difíciles pero fundamentales en la consolidación del equipo de Gelsenkirchen.  En sus orígenes, el Schalke, fundado por carboneros, era considerado como el equipo de la clase obrera, circunstancia por la que llegaron incluso a tener problemas y a no poder jugar en muchos torneos debido a que tanto sus jugadores como sus dirigentes sufrieron la discriminación de otros por su humilde origen.
En 1927 debutó con la selección alemana en un empate a dos ante Holanda. En la temporada 30/31 y en un fútbol aún no profesionalizado fue sancionado junto con otros trece compañeros por infringir el reglamento amateur al recibir dietas superiores a las permitidas en un desplazamiento del equipo.
Otra historia, otro fútbol, en el que Ernst marcó época junto a su cuñado Fritz Szepan,considerado el Beckenbauer de los años veinte y treinta– ambos artífices de los éxitos del Schalke en las décadas de 1920 y 1930, durante las cuales el fútbol alemán y los aficionados de la cuenca minera del Rhur quedaron colgados y fascinados con los regates del carbonero Kuzorra. Su estilo de juego causó furor en los estadios alemanes y si no se le recuerda con mayor peso en la historia del fútbol alemán solo puede deberse a un error o a una tremenda injusticia.
Una injusticia que Ernst vivió en primera persona en lo que se refiere a sus convocatorias con la selección alemana puesto que el joven de Gelsenkirchen jamás gozó de la simpatía del por entonces seleccionador alemán Otto Nerz, que tan solo lo convocó en doce oportunidades. Es má tuvo que ver los JJOO de Ámsterdam de 1928 desde el banco de suplentes, algo inexplicable para un jugador de su talento. Jugó su último partido como internacional el 20 de marzo de 1938 en un Alemania 1-1 Hungría
En todo caso lo que trascendió fue el recuerdo que instaló en la memoria hablada del viejo aficionado alemán y del Schalke.  Kuzorra cambió la historia del Schalke junto a su cuñado Fritz Szepan y fue considerado como uno de los mejores jugadores alemanes de su época. La gran calidad e inteligencia que tenían ambos, unida a su extraordinaria compenetración, hicieron posible que los aficionados del Schalke disfrutaran con el fútbol conocido como la «peonza del Schalke». Aquel fútbol de pase corto y eléctrico llamado Kreisel Schalker, era un concepto de juego inaudito para la época y los defensores casi no encontraban la forma de pararlo. Aunque su cuñado Szepan era tachado de jugador lento –en parte tenían razón- su aparente lentitud la suplía con una inteligencia extraordinaria sobre el terreno juego y una colocación privilegiada. Formaron una pareja letal que llevó a lo más alto al conjunto de Gelsenkirchen, e hicieron poblar de banderas azules las calles de la ciudad. Conquistaron una Copa de Alemania y llegaron nueve veces a la final del campeonato entre 1933 y 1942, siendo campeones en seis ocasiones, un récord que comparten con Tibulsky, Bornemann y Kalwitzki.  Es más, cuentan las crónicas de la época que Szepan y Kuzorra, hicieron de la combinación un arte, sus paredes y su juego rápido y preciso traspasaron fronteras, quedando grabado en la memoria histórica del fútbol alemán.
Helmut Schöen, una voz muy histórica y respetada del fútbol alemán dijo en su día lo siguiente: «Ernst Kuzorra fue para mí el mejor futbolista de su tiempo». Su compañero de ataque Ernst Kalwitzki, lo consideraba un genio y un privilegiado para el gol, llegando a afirmar que calcularía que Kuzorra podría haber llegado a los 1.000 goles con la camiseta del club de la ciudad de los mil fuegos.
Cuentan que cuando en 1950 ambos futbolistas se retiraron, muchos consideraron que había llegado el final de “Los Azules Reales” Die Knappen,  de “Los Mineros”, apodo que recibieron  debido a sus raíces industriales.  Kuzorra tenía 45 años, y se marchaba con el orgullo de haber enseñado a pequeños y mayores, cómo se juega al fútbol y cómo se transforma un modesto conjunto en uno de los mejores de su época en el fútbol alemán.  En 1985 fue elegido Ciudadano de Honor de Gelsenkirchen.
Falleció el 1 de enero de 1990 en Gelsenkirchen, aquel día un aficionado del Schalke colocó sobre su féretro una bandera del S04 para homenajear al que fue uno de los mejores jugadores de la historia del conjunto de Gelsenkirchen.  Aquel fue el primer adiós a Kuzorra, puesto que hasta el final de sus días se convirtió en protagonista de la leyenda. Y es que cuentan que el féretro de “Clemens” Kuzorra fue enterrado en dos ocasiones, puesto que en el momento de la primera ceremonia no pudo estar presente en la misma, el por entonces presidente del Schalke, Günter Eichberg (der «Sonnenkönig»), que solicitó volver a realizar el respetuoso acto para poder estar presente e inmortalizar la presencia en el mismo del máximo mandatario de una entidad, que  tanto debía y apreciaba a ‘El Carbonero de Gelsenkirchen’ .

Mariano Jesús Camacho.

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