El arte de defender.

Nilton Santos
Nilton Santos

El hombre del que les voy a hablar a continuación pasó en doce meses de jugar en las playas cariocas a hacerlo en Botafogo en la Primera División, y de ahí a la selección brasileña, todo ello a los 22 años de edad.
Y es que la grandeza futbolística y física de este irrepetible jugador se forjó en las «cascaritas» realizadas en la Ilha do Governador, (barrio humilde de la zona metropolitana de Rio de Janeiro) y en las arenas de las “praias” (playas) cariocas, cargadas de nostalgia y a ritmo de Bossanova, una tendencia musical nacida allá en las arenas blancas. Allí con un balón cubierto de sal este futbolista que comenzó a jugar de delantero en aquellas “peladas” con el Flecheiras bajo el Sol, fabricó el mejor número tres de la historia del fútbol.
Zeze Moreyra.
Un defensa que para mandar jamás tuvo que dar un grito, solo con su presencia, su caminar seguro y ágil, su saber estar y esa habilidad acumulada del delantero que se va transformando en defensa le bastó para impartir cátedra futbolística durante toda su carrera.
Fueron veintidós años en los que Nilton fue libre y desconocido, hasta que el servicio militar le colocó en el camino del mayor Honorio, un entusiasta del fútbol que lo sacó de las arenas y lo llevó a Botafogo donde Zezé Moreyra le hizo uno de los mayores favores a la historia del fútbol. Zezé lo colocó como volante pero pronto lo mandó a jugar como marcador de punta, sobre la izquierda, posición en la que ese número 3 de 185 m. de estatura, elegante y ágil, impresionó a todos.
Desde allí hizo lo más difícil: jugar tal y como lo hacía en aquellas arenas blancas, con la tranquilidad y veteranía de un soldado curtido en mil batallas y bailando al son de la música que le marcaban sus pies. Parecía jugar con la inspiración del dúo Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, que junto al guitarrista bahiano João Gilberto, dieron inicio al movimiento musical conocido como bossa nova o nueva ola. Un nuevo estilo que para la música surgió en 1958, una época en la que Brasil era una fiesta tras aquel Campeonato del Mundo conquistado en Suecia.
Un Campeonato en el que Nilton Santos jugaba su tercer Mundial puesto que en el primero, el del “Maracanazo” vivió la debacle desde el banquillo y en el segundo aunque no consigue el título presenta su fútbol al mundo. Un fútbol en el que muestra su refinamiento esa capacidad para ser uno de los primeros jugadores del mundo a apoyar el ataque, donde Nilton pone en práctica su increíble precisión en sus pases y fintas desconcertantes. Todo ello mandando y sin olvidar de cerrar todos los espacios en la defensa.
Afortunadamente para Brasil en Suecia, Nilton toma ya los galones del equipo y se convierte en el ordenador de la defensa, el hombre que marca el ritmo desde atrás, el que cubre las espaldas de todos, y aquel que aconseja a dos jóvenes delanteros, llamados Pelé y Garrincha. En definitiva Nilton Santos en Suecia sacó todo su repertorio y demostró por qué era conocido como la “Enciclopedia del fútbol”.
Fueron cuatro Mundiales, y el último de ellos con 36 años en Chile, en el que Nilton desde la lentitud a la que se enfrentaba debido a la edad, hizo algo más que ser aquel defensa legendario, fue además director técnico, todo a un mismo tiempo, dentro del campo de juego. Un jugador que expresó e impuso sus ideas a Feola consiguiendo junto a aquel triunvirato técnico que se formó en Chile (Nilton Didí y Zito) que Zagallo se convierta en su mejor aliado para cubrir zonas que el bueno de Nilton ya no puede. Con esa libertad conduce a Brasil “Dios mediante y Garrincha mediante” a la consecución de un nuevo título mundial y sin Pelé, lesionado.
En definitiva aquí queda este pequeño retazo histórico en homenaje a una leyenda del fútbol. Un jugador que para Botafogo fue uno de aquellos futbolistas a los que por su fidelidad y rendimiento se les conoce con el apelativo de “One Club man”.

Fuentes:
http://www.superfutbol.com.ar/jugadores/BrasilMiltonSantos.htm

http://www.ar.terra.com/copa2006/esp/grandes/5620.html

Mariano Jesús Camacho.

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